
Antártida
Un viaje diferente. Sin bicicleta. Isla 25 de mayo, Antártida Argentina. Un breve relato de mi paso por el continente blanco.


El viaje empezó cuatro meses antes del viaje. La selección y preparación para ir a trabajar a la Antártida requería pasar ese tiempo en Argentina (América), y eso motivó dejar mi viaje por Nueva Zelanda y los planes de trabajo para volver a mi país. Jugada arriesgada porque todavía no tenía un lugar asegurado y la vuelta significaba cruzar el globo con la última reserva económica, y un poco más también. Buena decisión, finalmente. Después de un mes de incertidumbre tuve la confirmación de estar seleccionado como uno de los dos científicos invernantes a la Base Carlini por un período de 13 meses. Pasé tres meses más de preparación en Buenos Aires, haciendo base en mi ciudad natal, Mar del Plata, e intercalando con un par de viajes a mi último hogar: Bariloche, Patagonia.
Lindo período donde pude disfrutar de la compañia de familiares y amigos, un poco de montaña y mar y, para cerrar con broche de oro, después de dos mundiales vividos fuera del país, estar en Argentina durante el mundial Qatar 2022: la tercer estrella. El día siguiente a la final, todavía festejando, salimos desde el Palomar hacia Rio Gallegos, escala obligada hacia la Antártida. Esperando condiciones climáticas favorables para volar en el Hércules, y también para el trayecto en bote hasta la base, pasamos tres noches en un alojamiento de la fuerza en el aeropuerto, y finalmente en la cuarta noche embarcamos.

Luego de 3 hs de vuelo asomaban por la ventilla las primeras islas cubiertas casi en su totalidad por campos de hielo, una de las cuales sería mi hogar los próximos meses. Tremenda la emoción de ver esos paisajes tan especiales. Aterrizamos en la pista de la base chilena Frei y, después de esperar un par de horas, subimos a un buque argentino para ir hasta la base.


Nos tocó un día espectacular, soleado y sin viento, de esos que con el tiempo entenderíamos que son escasos en esta zona. Dos horas después, llegamos a la base Carlini. La base Carlini es una de las 13 bases argentinas en la Antártida, y una de las 7 permanentes, es decir, operativas todo el año. Es una base científica, cuya logística está a cargo de las fuerzas armadas. Esta constituída por un conjunto de pequeños edificios, algunos utilizados como lugar de trabajo y otros como alojamientos, desparramados en un espacio de aproximadamente 1 km sobre la costa de la caleta Potter, una de las entradas del mar en la isla 25 de Mayo. En la misma isla se sitúan bases de otros países: Corea del Sur, Chile, Uruguay, China, Rusia, Brasil, Polonia y Perú.


La topografía de este lugar de la isla consta de pequeñas colinas que bajan al mar, en forma más o menos pronunciada. Es un terreno repleto de morenas glaciarias, con mucho sedimento y rocas quebradizas producto de las temperaturas a las que estan sometidas. El paisaje de la base esta dominado por el cerro Tres Hermanos hacia el oeste, postal de la base, una elevación de 200 mts de alto conformado por tres torres verticales, y hacia el este el campo de hielo con el característico nunatak Yamana (pico montañoso rodeado por hielo). Este campo de hielo cae al mar en la caleta Potter como el glaciar Fourcade, creando un paisaje espectacular y generando desprendimientos de hielo que resuenan en la base constantemente.



Mis siguientes meses no transcurrirían en otro lugar que no fuera la zona de la base en esta isla, exceptuando algún día, semana de por medio, que fuera hasta el refugio Elefante. El refugio se encuentra a 4-5 km de la base, en la Zona Antártica Especialmente Protegida (ZAEP) aledaña a la misma, administrada por Argentina. Se utiliza como sitio de pernocte durante salidas de actividades científicas en la ZAEP, actividades que serían mi actividad laboral preferida durante el año, particularmente por el pernocte en este lugar. Otra excepción fueron aquellos días en los que hicimos alguna visita a bases cercanas, contados con los dedos de las manos (3 al día de hoy).



Existe una gran diferencia entre Antártida en verano y el resto del año, particularmente en esta base debido a la cantidad de personas. En lo que se denomina Campaña Antártica de Verano (CAV) hay cerca de 80 personas, la mayoría de ellos civiles científicos, que en marzo regresan a Argentina (América) en los últimos vuelos o buques de la temporada y quedan sólo 26 personas, la mayoría de ellos militares, en lo que se denomina Campaña Antártica de Invierno (CAI). Mi trabajo, llevado a cabo junto con mi compañera científica invernante, tiene un número de proyectos a cargo que se mantienen durante todo el año, sumando en CAI también algunos proyectos que durante la CAV realizan otras personas.



Laboralmente entonces hay mayor interacción con científicos en verano, y fue una época de aprendizaje en este aspecto y de transiciones de personal. También claro fue la época de más interacción personal, conociendo personas de diferentes lugares , con diferentes historias y objetivos en Antártida. Gente que vino por tres meses, por uno, por diez días, sólo en tránsito a/desde otras bases argentinas. Época de buques que traen carga de combustible, víveres y otras cosas para todo el año. En definitiva, una época movida y entretenida.



Sumado a todo esto, los días largos (nunca llegaba la oscuridad) y el lugar desconocido motivaban a disfrutar el tiempo libre afuera, y pasé los días recorriendo los alrededores de la base, cada día un rincón diferente. De todas formas el clima en este lugar de la Antártida no es el mejor para esto, ya que hay muchos días nublados y ventosos, e incluso en los últimos años son más comunes las lluvias. Los días soleados y sin viento se aprovechaban para trabajar afuera y para recorrer, y los demás se encontraba algo para hacer dentro: leer, escribir, descansar, practicando música, ping pong, o símplemente juntándose a pasar el rato.



Algo que se extraña es escalar, pero al menos pude armar una suerte de pequeño muro de escalada en el gimnasio de la base, donde también pasé el tiempo, incluso a veces sumando nuevos entusiastas del deporte. Lo comenzamos a armar en verano junto a Mariano, un loco escalador de Ushuaia que estuvo unos días trabajando en la base, y motivó a armar algo con tomas de madera que moldeamos en la carpintería. Ya para el otoño agregué algunas tomas de resina que los genios de Revolution Climbing en Bs As enviaron, gracias también a la influencia de Mariano.

Llegado marzo se sentía la necesidad de empezar la CAI. La CAV tiene su parte divertida pero también es mucha gente, en poco espacio, a un ritmo diferente, y a esta altura se siente. El inicio de la CAI fue la despedida de muchas personas con las que compartimos mucho durante un hermoso verano, pero a su vez la bienvenida a la tranquilidad, y el acercamiento al grupo reducido de personas con las que compartiríamos el resto del año. Nuevos desafíos laborales y personales, motivado a comenzar el resto del año y conocer en esta situación particular a todo el grupo y a mi mismo, uno de los mayores desafíos antárticos, en mi opinión.


Esta época marca también el inicio de un aislamiento que no existe como tal en verano. Ya no hay buques, no hay vuelos, no hay posibilidades concretas de regreso anticipado, y si fuera necesario podría demorarse hasta que las condiciones meteorológicas lo permitieran. Existen las conexiones virtuales, limitadas por supuesto, que permiten conectarnos de vez en cuando con familiares y amigos.

Los días se acortaron en luz, hubo que empezar a acortar las salidas para no regresar a la base de noche, la siesta dejó de ser una opción si se quería aprovechar el día. El sol dejó de salir, mandando sólo algunos rayos entre 10 am y 4 pm ya acercándonos al solsticio, en días que son prácticamente una transición amanecer-atardecer. El frío empezó a apretar algunos días, especialmente si había viento, aunque la nieve todavía no se quiso juntar mucho. Al hecho de que es un continente con pocas precipitaciones, se sumó que muchas nevadas se combinaron con vientos de 100 km/h formando tormentas blancas y la nieve caía horizontalmente acumulándose sólo en rincones. Aparecieron muchos témpanos en mar abierto, los animales en tierra se fueron yendo poco a poco de la isla quedando un número mucho menor que en verano.



Algunos pasatiempos también cambiaron, es mayor el tiempo de introspección, hay más tiempo para escribir (pude sentarme a escribir esto), y el disfrute de este lugar espectacular cambia de forma. Así llegamos al inicio del invierno, cumpliendo seis meses en Antártida. Medio año que trajo un cambio en la velocidad de viaje bastante marcado. De estadías de algunos días en distintos lugares a instalarme en uno sólo todo un año. Creo que es un tiempo apropiado para conocer un lugar de tanto contraste como éste. De días de verano eternos a días cortos en los que nunca aparece el sol, de colores y sonidos animales a un invierno blanco y silencioso, de lagunas y arroyos en movimiento a témpanos y hielo en apariencia estáticos, y de muchas personas que van y vienen a un invierno compartido con sólo un puñado de ellas.

El 21 de Junio comenzó el invierno en el hemisferio sur con el solsticio, llegamos al día mas corto y a aproximadamente la mitad del tiempo que a priori pasaremos en Antártida. Ese día también marcó el momento desde el que los que invernamos por primera vez pasamos a ser considerados «antárticos». Aunque creo que hace falta mucho más recorrido para considerarme antártico, lo vivido hasta el día de hoy en este espectacular lugar del planeta promete otra mitad de año con grandes momentos y aprendizajes a sumar.


Nueva Zelanda
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3 Comentarios
tokle
Grande Leo, grande los pingüinos.
larotoneta
Grazie sis 🙂
Foni
Que fantastica experiencia Lea querido!!! Espectacular todo lo que contas, te mando un abrazo gigante!!!